Hace ya unos cuantos años, estuve trabajando en un negocio de comida rápida. Cuando llegué, recuerdo que una de las primeras cosas que me dijeron mis “compañeros/as” fue que los nuevos eran los que tenían que limpiar la parrilla. Yo, por miedo a desagradar y que hablaran mal de mí a los jefes y por ende me despidiesen, acepté. Y allí me hallé yo, frotado y venga a frotar con el nanas, todos los viernes, sábados y domingos de un mes entero, aquellas malditas parrillas que estaban más negras que mis bragas. Hasta que llegó el siguiente novato, y pude descansar un poco. ¿Sabes cuántas novatadas he sufrido desde que soy trabajadora sexual? NINGUNA. Por eso y por muchas cosas más, decidí cambiar parrillas por pintalabios 😉 ¿Y tú, has sufrido alguna vez una novatada?
